domingo, 20 de agosto de 2017

En el camino entre la tierra de un Dios único y las ciudades fenicias
de Tiro y Sidón. Abiertas al comercio, con importantes puertos llenos
de actividad e intercambio permanente. Ciudades con templos dedicados
 a muchos dioses. Dioses fenicios, egipcios, griegos, romanos. Templos ricos
por las ofrendas que llegaban desde el mar Mediterráneo y desde Siria y toda
la antigua mesopotamia. Dos ciudades cosmopolitas en oposición a la ciudad
de Jerusalén, tan cerrada, tan limitada.
En este camino, de nuevo una mujer se acerca a Jesús. Es una mujer que
no es creyente en el Dios de Israel, pero ha escuchado hablar de Jesús.
El texto del Evangelio es precioso, un pequeño relato que es un tesoro
si se piensa despacio y se busca a Jesús en cada palabra. Creo que se puede
aplicar el dicho "Las Apariencias engañan". A pesar del aire lejano de Jesús
que se refleja hasta la culminación del texto, pienso que en realidad es el mismo
Jesús el que se acerca a esta mujer que ruega por su hija. Jesús permite que muestre
su fe, mediante su insistencia. Hace emerger su fe al ser incansable en el ruego.
Mateo 15, 21-28.




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