martes, 12 de septiembre de 2017

La Magia que nace en el corazón, en el interior de niñas y niños
cuando acercan a sus oídos una Caracola, un caracol de mar.
Es el sonido extraordinario del mar, suave pero intenso
y penetrante, maravilloso para la imaginación y los sueños.
Caracolas de diversos tamaños y toda clase de conchas marinas
han sido desde la más remota antigüedad un vínculo entre los Seres
Humanos y el mundo de las inmensas aguas, poderosas, llenas de vida.
Claras y serenas a veces y otras terribles, agitadas y oscuras.
La Roca Encantada, en las tinieblas del tiempo, estuvo cubierta por las aguas
del mar, fue parte de un fondo marino rebosante de esplendor que dejó
sus huellas, señales, marcas, en su esencia, superficial y profunda.
Desde que el Ser Humano empieza a sentir y a buscar otra realidad más elevada
a partir del Pensamiento, a patir de la posibilidad de pensar y sacar conclusiones,
el mundo marino aparece como un centro fundamental de inspiración y creación.
Coronas, colgantes, aderezos, collares..........
realizados con pequeñas caracolas y conchas marinas que muestran, ofrecen
su poder a mujeres y hombres. Por eso fueron adornos, amuletos, elementos
para la eternidad, para despertar, para resucitar con la misma fuerza,
con el mismo poder del mar profundo. Un deseo, una historia, una tradición
que surca el tiempo, los milenios para llegar hasta nuestras vidas, pues cuando
vemos una caracola, una concha marina, la miramos con cariño y si es bonita
la conservamos, la apreciamos, pensamos como niños en busca de la sorpresa.



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