jueves, 1 de noviembre de 2018


Recordar que antaño al ponerse el Sol, las campanas de Martos, las campanas
de Santa María, Santa Marta y San Amador y Santa Ana iniciaban el toque
de difuntos. Anunciaban la noche y la llegada de un día dedicado a los fieles
Difuntos. El astro de luz estaba en su ocaso y las campanas tocaban con tristeza,
dejando en el aire lágrimas por la ausencia de tantas personas queridas.
Los tres templos parroquiales marteños recordaban a sus difuntos y llamaban
a la oración de los fieles desde la Fe y la Esperanza.
Las velas encendídas alumbraban los Tabernáculos con el Santísimo Sacramento
y su resplandor mostraba la Capilla Mayor, siempre en penumbra durante toda
la noche y madrugada hasta el amanecer. Las campanas de Martos no cesaban
de llorar por tantos corazones desgarrados por la muerte y a la vez tocaban para
crear esperanza en la Resurrección del último día. El Cementerio de Martos
era una antorcha al atardecer y en todos los hogares de la Ciudad de la Peña,
el aceite de oliva creaba y alimentaba la luz que jamás se apagaba.
Y siempre el sonido de las campanas volando en el aire de la Roca Encantada,
desde las torres de Santa María, Santa Marta y San Amador y Santa Ana.
Siempre al ponerse el Sol, cuando el día de Todos los Santos se entrega a la noche
en la víspera de los Fieles Difuntos.
Ángel Pensativo en el Cementerio de Martos a la espera del despertar.


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