lunes, 1 de junio de 2015

Continuando nuestro paseo por la Ciudad de Martos. Aparece, un poco triste, esta casa
de tono rojizo por su hermoso ladrillo. Grandes ventanales cerrados que ayudan a la sorpresa,
al encantamiento que persiste a pesar de la luz del Sol. Su belleza es relajada, tranquila,
sosegada, a la espera de ser descubierta por una mirada también reposada. 
A la espera de ser contemplada con deseo, cariño y admiración. El destello de la belleza
a veces se adormece y solo un beso puede despertar el resplandor que permanece
en el interior.

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