martes, 13 de febrero de 2018

"Y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará." Cuando era un niño
me emocionaba el miércoles de Ceniza. Y también me asustaban las palabras
del sacerdote, "Polvo eres y en Polvo te convertirás." Hace tiempo que no se usan
esas palabras que tanto miedo hacían surgir en mi interior infantil. Con el paso
del tiempo mi pensamiento empezó a reflexionar despacio y a leer el evangelio
con serenidad, entonces apareció Jesús, en el desierto, en soledad.
Una Persona sola ante la adversidad, frente al miedo de un espacio inmenso,
seco, abrumador. El mismo Dios es un hombre en su realidad plena, absoluta.
Un hombre en plenitud hasta sentir el hambre. la sed y ser tentado en nuestra
debilidad por el ángel caído. El mismo Dios, es un hombre sometido a su condición
frágil, humana, temblando ante el poder de la naturaleza que a veces nos da pavor.
Una Persona sola ante su deseo profundo y tan humano de permanecer, de resistir.
Puede que rezar en el desierto, en cualquier desierto de la vida sea el camino
para escuchar la voz de Dios.
"Tú, en cambio, cuando quieras rezar, métete en tu cuarto, echa la llave a tu puerta
 y rézale a tu Padre que está en lo escondido; y tu Padre, que ve lo escondido,
 te recompensará."
- Mateo, 6, 6.
Puede que dejarse caer en manos de Dios cuando el Sol se oculta, sea el sendero
necesario y justo para sentir su presencia en nuestra vida.


 

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