martes, 27 de febrero de 2018
Nubes sobre la Ciudad de Martos. Cielo cubierto que alcanza el horizonte.
La Roca Encantada permanece serena, tranquila en su poder de Roca
de los vientos que empujan las aguas a nuestros campos de olivos.
Jamás descansa en mirarlos, en percibir sus necesidades, en sentir su sed.
Es Roca portentosa, elevada para guardar, proteger y cuidar de una Ciudad
antigua, con raíces tan intensas y profundas, dispuestas en la tierra hasta llegar
a las corrientes de agua interiores, aquellas que no cesan de fluir en el seno
maternal de la tierra tuccitana. Rica en aguas desde la antigüedad más remota.
La abundancia de pozos, fuentes y manantiales, el poder del agua le ha dado
a Martos la eternidad. No podemos olvidar que su devoción más fuerte descansa
en Nuestra Madre de la Villa, Señora de las aguas que descienden del cielo
para renovar manantiales y fuentes. Para darles el vigor necesario, ese vigor
que otorga a Martos su permanencia a lo largo de los siglos.
Martos, ciudad de aguas, lleva un cántaro marteño en sus manos para saciar
la sed del sediento.
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